Stellae fixae



Alguien se guardó una estrella en el bolsillo, lo sé porque aquella noche soplaba una brisa fría, bajo la espalda teníamos además del esterillo, la ropa y la hierba fresca y fuerte. Estábamos sobre las artemisas estrelladas que sembraban el verde del borreguil, siempre imitando al techo que las cobija, noche azul cobalto llena de brillantes astros suspendidos entre nuestras rodillas, colgados entre los dedos que señalan aquel espacio donde habita una constelación de sueños, espejismos y ojalá. Entre los ojos húmedos y la nariz congelada de frio, la visión del firmamento aún era más impresionante y, en aquel lugar donde faltaba la estrella, aún más. Alguien se la metió en el bolsillo, antes de que saliese el sol debía devolverla pero creo que quedará el firmamento sin ella. La vimos rodar por las lomas ladera abajo, se escapó de algún bolsillo y rodó, se extendió por los cauces de las chorreras corriendo rio abajo, creció con la espuma de plata que surge del agua entre las piedras y sonó, se oyó como el rumor del valle que huele a borbotones de brillante nieve recién caída del firmamento, recién salida de tu bolsillo, un manantial de agua fresca al tocar tus manos y, al señalar nuevamente el firmamento, de un solo paso, se colocó al filo de aquella constelación, mientras tanto tenías los ojos cerrados y soñabas que dormías con una estrella en el bolsillo.